La creciente complejidad del mundo contemporáneo, la ligereza con la que se producen los cambios científicos y tecnológicos, más la profundidad de las transformaciones sociales y culturales, hacen que hoy en día aceptemos como saber cierto aquel saber que, por la vorágine del devenir, el día de mañana va a cambiar.

Por ese motivo, la formación de los niños y jóvenes deberá estar orientada a resignificar ese saber, a fin de aplicarlo a diario en un saber hacer y actuar, que amplíe las posibilidades de intervención en el mundo.
A la hora de imaginar nuestra continuidad en el Sistema Educativo muchos son los objetivos que buscamos ver hechos realidad. Estos se pueden sintetizar en:

Desarrollar competencias, las cuales son un componente muy importante del capital cultural, que permite a los sujetos afrontar la realidad con sus propios recursos cognitivos. Aprender a ser competente en la escuela, en la familia y en el medio social implica adquirir las herramientas necesarias para el hacer cotidiano, es decir, aprender a dominar ciertos recursos de carácter socio-emocional y ético valorativo. Ya que estamos convencidos que los valores se enseñan únicamente a través de una construcción compartida y del aprendizaje de la inteligencia emocional. Esperando pronto dejar de pensar a alguien o a uno mismo como incluido, convivir con y en las diferencias, es la clave para ello.

Creemos en una educación del ser para ser, respetando la historia de cada niño, colaborando a construir identidades fuertes y sanas, elaborando sentido en cada una de nuestras acciones para que el niño descubra el significado de la cultura en la que interacciona.

Por ello es necesario privilegiar EL JUEGO Y EL ARTE como herramientas de aprendizaje, ellas son una sublime estrategia para enseñar y aprender.

Enseñar a pensar y lograr hacer que el conocimiento sea realmente significativo en la medida que sirva para desenvolverse en forma independiente en la vida.